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Redescubrir la naturaleza a través de Hegel: una propuesta dialéctica para la crisis ecológica del siglo XXI

Un enfoque dialéctico para la ecología contemporánea. Frente a la crisis ecológica del siglo XXI, este texto propone una mirada filosófica basada en Hegel para repensar la naturaleza. Lejos de buscar un retorno al pasado, se trata de acompañar las transformaciones de los ecosistemas desde una perspectiva dinámica, crítica y creativa

La crisis ambiental que atraviesa el planeta demanda nuevas formas de pensamiento y acción. En este contexto, David G. Angeler, un  investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y la filósofa Julie E. Maybee de la City University of New York, han desarrollado una propuesta transdisciplinar que une ecología y filosofía, especificamente una propuesta hegeliana y la crisis ecológica que estamos viviendo con el cambio climático. Esta metodología no busca restaurar un pasado idealizado, sino comprender los ecosistemas como sistemas dinámicos en constante transformación.  Propuesta hegeliana y crisis ecológica

Dialéctica como marco interpretativo para la ecología

Hegel entendía que todo en la vida, las ideas, la historia, la naturaleza, está en constante cambio. Y ese cambio no ocurre de forma lineal ni tranquila, sino a través de conflictos. Según su visión, cada situación o idea (llamada tesis) genera inevitablemente su opuesto o contradicción (antítesis). La confrontación entre ambas no lleva a la destrucción, sino a una transformación que da lugar a algo nuevo (síntesis), que conserva partes de lo anterior, pero a un nivel más avanzado. Es un movimiento en espiral: se parte de algo, se enfrenta a lo contrario, y de ese choque nace algo distinto y más complejo.

Llevado al terreno ecológico, esta forma de pensar ofrece una alternativa muy poderosa. En lugar de ver los daños al medio ambiente como errores que hay que borrar,  se los puede entender como parte de un proceso que empuja al sistema a cambiar. Así, un ecosistema no se rompe cuando cambia: se transforma. Lo importante es reconocer que ese cambio no es el fin, sino el inicio de algo nuevo. Por ejemplo, una zona degradada por la actividad humana puede convertirse en un nuevo hábitat, diferente pero también valioso.

Este enfoque se aleja de la nostalgia por un estado natural perdido y propone algo más activo y esperanzador: acompañar las transformaciones, comprender sus raíces y orientar sus consecuencias. En este sentido, la mirada de los estudios culturales resulta especialmente valiosa: así como las culturas no son entidades puras ni estáticas, sino que emergen de tensiones (entre tradición y modernidad, entre dominación y resistencia), los ecosistemas también pueden interpretarse como paisajes cargados de memoria, marcados por heridas y portadores de un potencial creativo.

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Transformación, memoria ecológica y agencia

Uno de los aspectos más innovadores de esta propuesta es el reconocimiento de la memoria ecológica de los lugares. Un río puede limpiarse, pero su historia de contaminación permanece, influyendo en sus condiciones actuales. En lugar de negar esas cicatrices, se propone trabajar con ellas.

La ecología dialéctica no se basa en la nostalgia, sino en la comprensión del presente como campo de posibilidades. Angeler y Maybee subrayan que debemos dejar de entender los cambios como fallos, y lo requerido para esto es una inteligencia ecológica capaz de acompañar los procesos de transformación, no de resistirlos.

Vista aérea de Las Tablas de Daimiel en el entorno del itinerario de la Isla del Pan, que se mantiene inundado artificialmente. Se aprecia una panorámica hacia el suroeste. Salvador Sánchez Carrillo

El caso de Las Tablas de Daimiel

Un ejemplo práctico de esta metodología es el análisis del parque nacional Las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real. Allí, la pérdida de aportes hídricos ha modificado irreversiblemente el ecosistema. Intentar devolverlo a su estado original ya no es viable. En lugar de ello, los investigadores proponen fomentar nuevas configuraciones funcionales a partir de las condiciones actuales, como zonas de refugio vegetal y control de nutrientes, que restauren ciertas funciones clave del sistema sin intentar recrear el pasado.

Este enfoque desafía las categorías tradicionales de éxito en restauración ecológica y abre la puerta a pensar la gestión ambiental desde una lógica más inclusiva, similar a la forma en que los estudios culturales abordan las identidades híbridas o los paisajes culturales: como construcciones cambiantes que merecen ser comprendidas en su singularidad, no corregidas en función de modelos normativos.

Mapa del Parque Nacional Tablas de Daimiel
Masegar en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.

La filosofía como herramienta ecológica

El valor de la dialéctica en este contexto reside en su capacidad para enfrentar la complejidad sin reducirla. Preguntas como ¿qué se conserva cuando algo cambia? o ¿cómo integrar opuestos en conflicto? permiten abordar la naturaleza no como un ente que debe ser controlado, sino como una red de relaciones en constante transformación. Este cambio de mirada tiene implicaciones profundas: nos obliga a abandonar la imagen de una naturaleza estática y a asumir nuestra responsabilidad como agentes dentro de un sistema que evoluciona.

La ecología debe abrirse a lo inestable, a lo que cambia y a lo que no tiene solución única.

Acompañar la transformación

La propuesta de unir filosofía dialéctica y ecología no solo ofrece una nueva herramienta teórica, sino una invitación ética y política. Frente a las crisis ambientales globales, no basta con conservar lo que queda; es necesario imaginar, junto con otros saberes, futuros posibles desde la inestabilidad del presente. Este enfoque requiere planificación flexible, evaluación de resiliencia y participación ciudadana: acciones que reconocen la complejidad de los paisajes degradados como espacios vivos y transformables.

En definitiva, si aprendemos a ver los cambios ecológicos no como errores, sino como parte del todo, podremos desarrollar formas más inteligentes, sensibles y creativas de convivir con la naturaleza. Una naturaleza que, como la cultura, nunca está terminada.

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