Este Lunes de Pascua, a sus 88 años, el Papa Francisco falleció en su residencia de Santa Marta a causa de complicaciones respiratorias severas. Lo que comenzó como una infección polimicrobiana terminó convirtiéndose en una neumonía bilateral que acabó con la vida de uno de los papas más carismáticos y reformistas de la historia reciente. Su muerte no solo deja un vacío en el corazón de millones de fieles, sino que abre un proceso que, aunque profundamente espiritual, también está lleno de reglas, simbolismos y secretos: el cónclave.
La muerte de un Papa: la Sede Vacante
Cuando un Papa muere, el encargado de certificar su fallecimiento es el camarlengo, figura clave en el organigrama vaticano. Tras confirmar la muerte, el camarlengo sella la habitación papal y destruye el Anillo del Pescador (el anillo personal del Papa con la imagen de San Pedro) como señal visible del fin de su pontificado. En ese instante, comienza la Sede Vacante: un periodo de transición que marcará el rumbo de la Iglesia Católica.

Posteriormente, se establece la fecha de inicio del cónclave, que suele tener lugar entre 15 y 20 días después de la muerte del pontífice. Esta vez, con el funeral previsto para el 26 de abril, los Novediales finalizarán el 4 de mayo, y el cónclave podrá comenzar entre el 5 y el 10 de mayo, fecha límite marcada por la reglamentaria del Vaticano. A esta cita son convocados a Roma todos los cardenales menores de 80 años para participar en la elección del nuevo Papa.
¿Qué es realmente el cónclave?
El cónclave no es solo una votación. Es un rito ancestral lleno de significado, nacido de siglos de historia. Su nombre proviene del latín cum clave (“bajo llave”) y no es una metáfora: los cardenales que participan son literalmente encerrados en el Vaticano, sin contacto con el mundo exterior. Ni móviles, ni internet, ni medios. Solo ellos y su fe.
El día señalado, los cardenales asisten a una misa especial llamada Pro Eligendo Pontifice, presidida por el cardenal decano. En esta ceremonia se invoca la guía divina para tomar una decisión sabia en la elección del nuevo líder espiritual.
Este proceso, antes reservado al misterio más absoluto, ha sido revelado en parte al gran público gracias a la famosa película Cónclave estrenada el año pasado, dirigida por Edward Berger y galardonada con un Oscar. La cinta retrata con tensión y sensibilidad el entorno cerrado del cónclave y los dilemas internos de quienes deben tomar una de las decisiones más importantes del mundo religioso. Si aún no la has visto, es una recomendación imprescindible para entender desde dentro la profundidad del evento.
¿Dónde se elige al Papa?
El escenario no podría ser más icónico: la Capilla Sixtina, en pleno corazón del Vaticano. Allí, los cardenales se reúnen cada día para votar en un ambiente de silencio, recogimiento y misterio.

Cada jornada puede tener hasta cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Cada cardenal escribe en secreto el nombre de su candidato en una papeleta, la dobla y la deposita en una urna especial. Luego, los votos son leídos, contados y verificados por cardenales escrutadores.
La Fumata blanca
Si nadie consigue la mayoría de dos tercios requerida, los votos se queman con productos químicos que generan humo negro (fumata nera), señal de que no hay aún un nuevo Papa. Pero si finalmente se alcanza el consenso, el humo que sale por la chimenea se vuelve blanco (fumata bianca), y el mundo entero sabe que Habemus Papam. Este momento se convierte en uno más de los atractivos de los que pueden disfrutar los turistas que en esos días viajan a este pequeño Estado.

¿Y qué ocurre tras la elección?
Una vez que un cardenal es elegido, se le hace la pregunta: “¿Aceptas tu elección como Sumo Pontífice?” Si responde que sí, elige un nuevo nombre papal, un gesto simbólico que suele revelar sus intenciones pastorales, y es vestido con la tradicional sotana blanca.
Minutos después, el Cardenal Protodiácono aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro y pronuncia la frase más esperada: Habemus Papam. Luego, el nuevo Papa se asoma ante la multitud, ofrece su primera bendición y comienza oficialmente su pontificado.
¿Quién será el nuevo Papa?
El futuro líder de la Iglesia Católica es una incógnita llena de posibilidades. Las apuestas apuntan a estos tres principales candidatos:
- Pietro Parolin: Actual secretario de Estado del Vaticano, con gran experiencia diplomática.
- Malcolm Ranjith: Arzobispo de Colombo, conocido por su postura conservadora y fluidez en varios idiomas.
- Luis Tagle: Arzobispo de Manila, defensor de la encíclica medioambiental del Papa Francisco, con una perspectiva más progresista y dispuesto a debatir sobre el celibato clerical.



¿Optará la Iglesia por un perfil continuista o por un giro conservador? ¿Será un Papa más joven? ¿Un primer pontífice asiático?
Cualquiera de estas opciones es plausible, dado que la Iglesia, aunque firmemente enraizada en la tradición, no es ajena a los desafíos que plantea el mundo moderno. El cónclave, más allá de su protocolo y solemnidad, refleja el espíritu de la Iglesia en cada etapa de su historia. Los cardenales, al elegir al nuevo Papa, consideran tanto criterios teológicos como las necesidades del mundo actual, incluyendo la crisis climática, la migración, la pobreza, el papel de la mujer en la Iglesia, los escándalos de abusos, el diálogo interreligioso y las tensiones geopolíticas.
Esta decisión representa un punto de inflexión para la Iglesia Católica, que enfrenta retos colosales: recuperar su credibilidad, llevar a cabo reformas, mantener su presencia social y ejercer un liderazgo espiritual que marque la diferencia en el mundo contemporáneo.
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