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Tenebroso patrimonio cultural europeo (I): el lager nazi de Sachsenhausen

La Historia de Europa nos ha legado un rico patrimonio artístico y cultural de gran belleza. Todos queremos visitar alguna vez la hermosa Florencia, la eterna Roma, el luminoso París, el majestuoso Londres… Pero existe otro patrimonio en Europa que a menudo olvidamos que forman parte de nuestra historia común y de los que no guardamos un recuerdo agradable, por ser lugares donde sucedieron cosas terribles.
Plano del campo de Sachsenhausen en 1938. Imagen de un panel explicativo del mismo campo.  Foto: Txema Gil, 2019.

Estos son aspectos de nuestra historia que nos pueden proporcionar conocimiento sobre el comportamiento humano con el objetivo de aprender y enseñar a las nuevas generaciones lo que NO se debe hacer, confrontar los miedos de frente, confrontarlos para superarlos. 

En este artículo recorremos el campo de concentración nazi de Sachsenhausen, en las afueras de Berlín, cerca de la estación de Oranïenburgo, uno de estos espeluznantes lugares del tenebroso patrimonio europeo.

Sachsenhausen, un campo de concentración capital

Sachsenhausen estuvo activo desde 1933 para acoger primero, prisioneros políticos y delincuentes comunes de Alemania, para derivar posteriormente en lo habitual de un campo nazi: judíos, testigos de Jehová, prisioneros de guerra rusos y de otros países, exiliados españoles como por ejemplo Largo Caballero, homosexuales, etcétera. Tiene un plano triangular, con el eje coincidente con el edificio principal desde el que se controla todo el campo. 

Entrada principal al campo de Sachsenhausen con la leyenda Arbeit Macht Frei (El trabajo os hará libres). Foto: Txema Gil, 2019.

Fue un ejemplo del que presumían las autoridades nazis y que incluso llegaron a mostrar a delegaciones extranjeras que querían copiar el modelo, como la encabezada por los dirigentes franquistas José Finat o Serrano Suñer en 1940, guiados por el mismísimo Himmler, jefe de las SS. También servía de campo de adiestramiento para las nuevas generaciones de soldados de las SS. Muchos de ellos, los que demostraban mayor crueldad, eran destinados a los Einsatzgruppen, encargados de exterminar a los judíos de Europa Oriental en el avance contra la URSS de la operación Barbarroja, los funestos protagonistas del llamado «Holocausto por Balas».

La sensación de que en cualquier momento te podían disparar era asfixiante

Una torre de madera que coronaba el edificio principal y una gran metralleta lo presidía todo. Se le llamaba el panopticon (el todo lo veo). Y en la puerta de barrotes que daba acceso al campo se podía leer la frase Arbeit Macht Frei: El trabajo os hará libres.

Vista del panopticon de la torre blanca desde el interior del campo. A la derecha se observan diversos barracones originales, hoy centros de interpretación. Foto: Txema Gil, 2019.

Se calcula que los presos en este campo duraban alrededor de 6 u 8 semanas antes de morir o ser asesinados. Trabajos forzados, mala alimentación,  torturas y abusos, frío y todas las aberraciones que se puedan imaginar, hicieron que la resistencia humana alcanzara límites inauditos. De 200 000 prisioneros que pasaron por aquí, fueron asesinados alrededor de 60 000, sin contar los no anotados, los que solo venían para morir y no eran registrados, lo que los especialistas llaman «prisioneros de noche y niebla«. Se calcula que pudieron ser alrededor de 7 000, de la resistencia francesa fundamentalmente, a quien se les asesinaba nada más llegar para dar ejemplo al resto de personas que pudieran pensar en plantear resistencia a los alemanes.

Por aquí pasaron 193 republicanos españoles de los que tenemos constancia de la muerte de, al menos, 28 de ellos.  Algunos sobrevivieron, otros fueron deportados a otros campos, de otros perdimos la pista… Muchos que formaban parte de la resistencia francesa y que fueron apresados pasaron a engrosar la inexistente lista de prisioneros de noche y niebla

Instalaciones para experimentos y exterminio

Muro perimetral y alambrada electrificada que rodea Sachsenhausen. Foto: Txema Gil, 2019.

En este campo había una prisión con celdas de aislamiento para presos «especiales», enfermería, burdel, barracones para judíos y otros prisioneros, enfermería en la que más que curar se hacían experimentos médicos por ejemplo, con niños para probar una vacuna para la hepatitis…

Había cocina, lavandería, naves de la fábrica de aviación Heinkel, fábricas con unas condiciones de insalubridad difíciles de explicar con palabras. Había una nave donde se falsificaban billetes que pretendían ser introducidos en Inglaterra para hacer caer su economía por la inflación descontrolada que provocaría el aumento repentino de billetes en circulación. Fue la conocida como Operación Bernhard. Estos prisioneros, artistas en su mayoría, tenían unas condiciones de vida un poco mejores y vivían en barracones separados.

Y por supuesto, las instalaciones relacionadas con el exterminio masivo y organizado, más apartadas y ocultas a la vista: una pequeña cámara de gas, un paredón de fusilamiento, un cuartito en el que aplicaban el método de asesinato de la vara de medir y el tiro en la nuca. Junto a estas instalaciones, los hornos crematorios. Un lugar que hiela la sangre.

En explanada principal donde se pasaba lista y se hacía el recuento, una pista de piedra lo rodea todo y servía para probar botas de las empresas alemanas que las realizaban para el ejército, que ante la escasez de cuero propia de una guerra, probaban otros materiales. Y comprobaban la resistencia de los mismos poniéndoles esas botas a los presos (la mayor parte de las veces más grandes o más pequeñas que su propio pie) haciéndoles andar horas hasta morir de agotamiento, para inmediatamente después poner a otro preso a hacer lo mismo y averiguar cómo era el comportamiento de las botas ante distintos pavimentos y condiciones climáticas de calor, hielo, nieve, agua, frío… 

Pista pavimentada con distintas superficies y rugosidades en las que prisioneros probaban botas militares de distintos materiales en condiciones infrahumanas. Foto: Txema Gil, 2019.

Sachsenhausen, un memorial didáctico

El conjunto del campo de Sachsenhausen funciona como un memorial que recuerda todas aquellas personas que pasaron por allí o que perdieron la vida. Hay infinidad de placas, un monumento central en el eje de la torre pero al otro lado de campo que fue realizado por la RDA y que recuerda a los soldados rusos que liberaron el campo o que allí perdieron la vida. Un enorme monolito cargado de simbología política comunista y antifascista.

Pero el gobierno alemán actual ha pretendido hacer algo más completo, mucho más didáctico. Ha mantenido los barracones o los ha reconstruido tras sufrir ataques incendiarios de grupos neonazis que pretenden borrar las huellas de la memoria, ha hecho paneles explicativos y exposiciones por zonas, que pretenden explicar desde múltiples perspectivas cómo fue la vida en el campo. 

Una visita de la que sales con el corazón encogido, pero necesaria para conocer la naturaleza humana. 

Mantener viva la memoria es lo que nos hará libres.

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