Los fenómenos cósmicos como los eclipses han afectado a los asuntos humanos a lo largo de la historia. Tucídides cuenta cómo, una de estas alineaciones astronómicas fechada en el 413 a. C., disuadió a Nicias de desplegar la flota ateniense a su debido tiempo, decisión que le habría costado la derrota ante Siracusa en la guerra del Peloponeso. Siglos después, una luna de sangre salvó a Cristobal Colón y a sus hombres de morir de inanición. Así lo atestigua Diego Méndez de Segura, que lo acompañó en su cuarto viaje a América. Varados en las costas de Jamaica, tuvieron que sobrevivir gracias a la generosidad de unos nativos que, pronto, se cansarían de proporcionarles víveres. Colón, que conocía la proximidad del eclipse del 29 de febrero de 1504, por unas tablas astronómicas que llevaban consigo los navegantes de la época, hizo creer a los indígenas que su Dios los castigaría ocultando la luna si dejaban de alimentarlos. La predicción se cumplió y la superstición de los aborígenes hizo que reanudaran el suministro de alimentos a la tripulación. Volviendo a la antigüedad, hubo otro célebre eclipse que tuvo un importante impacto en el devenir de los acontecimientos históricos.
Plinio el Viejo dató el evento en el año 170 de la fundación de Roma, cálculos que coinciden, aproximadamente, con los de la astronomía contemporánea, que sitúa la fecha en el calendario con gran exactitud: el 28 de mayo del año 585 a. C. Pero la fuente principal es Heródoto.
El historiador del siglo V a. C. ya menciona en el libro I de su Historia, los dos hechos relevantes que convierten este recurrente fenómeno en un suceso especial. Y es que el espectáculo celeste del 585 a. C. logró detener una guerra que duraba ya más de un lustro, y además, al parecer, fue predicho por Tales de Mileto.
Estupor en la batalla del eclipse
Los lidios eran una antigua civilización helenizada que ocupaba el oeste de la península de Anatolia y que se extendía hasta las cosas de Jonia, auténtica cuna de la filosofía. Mileto, ciudad natal de Tales, era aliada de Lidia. Los medos, por su parte, habitaban en la zona este de la península y se extendían hasta Mesopotamia. Ambas civilizaciones chocaron, como fruto de un proceso de expansión, e iniciaron un conflicto bélico muy igualado que duró hasta el día del eclipse.
Según Heródoto:
“…en plena batalla, de improviso el día se tornó en noche (…) Entonces lidios y medos, al ver que la noche tomaba el lugar del día, pusieron fin a la batalla y tanto unos como otros se apresuraron, con mayor diligencia de lo habitual, a concertar la paz” (Hist., Libro I, 74-4).
Ambos bandos debieron quedar estupefactos, e interpretaron el acontecimiento como un mal augurio, un mensaje divino de desaprobación que les disuadió de continuar litigando. Tal fue su compromiso con la paz que hasta se apresuraron en concertaron un matrimonio entre Astiages, hijo del rey medo Ciáxares, y Aryénis, hija del rey lidio Aliates. Se fijó el río Halis como frontera natural entre ambos reinos.
La predicción de Tales de Mileto
Aunque las fuentes de la antigüedad no son completamente fiables, si damos crédito a Heródoto, Tales de Mileto había realizado una predicción del eclipse, limitándose a indicar que el fenómeno acontecería en ese mismo año. Según Diógenes Laercio, otros filósofos como Jenófanes, Demócrito o Heráclito conocían la hazana de Tales. Eudemo de Rodas, discípulo de Aristóteles, consideró la predicción del eclipse como el inicio de la astronomía como disciplina científica.
Sin embargo, los especialistas coinciden en que, en la época de Tales, se carecía de los conocimientos necesarios como para realizar una predicción rigurosamente científica. ¿Cómo pudo, entonces, averiguar que aquel año el día se convertiría en noche? Probablemente, de un modo parecido al de la anécdota de Colón.
Existe un amplio consenso en que, lo más probable, es que el filósofo jonio conociera los ciclos de saros. Un registro babilónico de eclipses que permitía saber que cada 223 lunas (18 años y 11 días), el fenómeno se repetía. No sería el único de los saberes importado por Tales, según algunas fuentes, dado que el filósofo milesio también habría traído consigo conocimientos matemáticos procedentes de Egipto.
Mito y razón: dos perspectivas sobre el eclipse
El episodio permite ilustrar dos formas distintas, aunque no necesariamente antagónicas, de interpretar el cosmos: una basada en el mito y otro en la razón. Desde la perspectiva mitológica, los fenómenos naturales (astronómicos, climáticos, etc.), son fruto de la voluntad de los dioses, y por ello, la inversión de la noche por el día en medio de una batalla no podía significar mas que el enojo de la divinidad. La de Tales, por el contrario, representaría una interpretación racional, científica, que observa las regularidades de la naturaleza, establece hipótesis científicas y formula predicciones.
No faltan quienes ponen en duda la predicción, y lo cierto es que, aunque tuviera lugar realmente, Tales no podía conocer la causa. Sin embargo, la mayoría de especialistas cree que el testimonio legado por la tradición es verosímil, y que permitió que Tales, considerado como el primer filósofo, adquiriera una gran popularidad. A partir de la gesta, a Tales se le atribuyeron un gran numero de descubrimientos y hechos asombrosos, dudosos la mayoría de ellos. Pero lo relevante es que, junto con él, también ganó prestigio una nueva forma de entender el cosmos que se desarrollo de forma genuina en Grecia.
La escuela jónica de los filósofos presocráticos, que nacía con Tales y que tuvo a Anaximandro y Anaxímenes como sus continuadores directos, buscó una explicación racional sobre el origen de todas las cosas y especuló sobre las leyes que rigen el cosmos, perfilando de forma prematura la historia de la filosofía y la ciencia occidentales.