El arte clásico se establece como modelo y, por ende, se denomina con el mismo término a aquello que perdura en el tiempo, que es contrario a la moda y que sigue este modelo estilístico.
Como clásico, también se establece la segunda etapa dentro de dicho arte, entre la arcaica y la helenística. Se trata del pleno desarrollo artístico correspondiente al siglo V a.C. en el arte griego y cuyo modelo se exportará posteriormente a los demás estilos, siguiendo los pasos de inicio y caracterización (fase arcaica), consolidación del estilo (fase clásica) y deformación o exageración (barroquización o fase final).
La consolidación del arte clásico
Para entenderlo se debe tener una panorámica sociocultural de la civilización mediterránea del primer milenio a.C. hasta el siglo V d.C. Aunque la religión, a través de la explicación mitológica de los fenómenos naturales, tiene una importancia trascendental en el arte y en todos los aspectos de la vida, el ser humano es consciente de su propio valor frente a la naturaleza. De hecho, Protágoras lo definió como medida de todas las cosas.
Es decir, el arte grecolatino, con su visión racional del mundo, se caracteriza por su antropocentrismo. Da protagonismo al ser humano, detrás del cual se sitúa un panteón también antropomórfico. Seguramente es esta concepción humana lo que hace que este arte se consolide como modelo desde entonces y se repita en las civilizaciones posteriores de manera conceptual, morfológica, estética…
Cuestión de cánones
La belleza radica en la armonía y, para conseguirla, se establecen unas normas y estructuras dentro de unos cánones compositivos basados en el equilibrio y la proporción entre las diferentes partes de un todo, a través de la repetición de módulos a escala humana. De esta manera se realiza un arte de carácter monumental, distinto al colosal egipcio. También la naturaleza se concibe como una unidad regida por leyes que pueden ser conocidas mediante el razonamiento, la observación y la experiencia; la armonía y la proporción se encuentran detrás de la aritmética del cosmos.
Grecia, pese a la independencia de sus polis, consigue expandir su cultura por el Mediterráneo, sobretodo en época helenística, pero será Roma la que la consolide gracias a su carácter sincrético. Roma hereda el arte y la cultura griegos, los copia y los continua, aunque existen diferencias en cuanto a sus características, sus funciones sociales y la condición del artista.
El arte grecorromano reproduce su ideal de belleza y tiene una función contemplativa, ritual, ceremonial, mágica, narrativa, representativa, etc., pero Roma le añadirá la función propagandística. El arte griego es idealista y refleja los escritos de Platón y de otros filósofos, mientras que el arte romano es más utilitario y más cotidiano, con diferentes fases en función de su idealismo y pragmatismo.
Espacios de culto y de necesidad
Por lo que se refiere a la arquitectura, la griega prima el espacio exterior debido a los rituales públicos que allí se celebraban, frente al utilitarismo interior. La escultura muestra la belleza del cuerpo humano, la mens sana in corpore sano que diría Juvenal (atletas, damas, dioses y héroes) ganando cotidianidad, expresividad y movimiento con el helenismo.
Roma, por su parte, crea un arte de síntesis, práctico y funcional. La ingeniería romana perfecciona las técnicas constructivas y llena el imperio de infraestructuras artísticas. En escultura mezcla la tradición griega con su realismo (retrato de origen etrusco) y desarrolla la pintura y los mosaicos para decorar casas y edificios públicos. Su mensaje irá distorsionando la forma al final del imperio, justo con la llegada el cristianismo.
Tenemos por tanto dos factores clave para el éxito: por un lado, el antropocentrismo griego, un arte diseñado a escala humana; y por otro, el utilitarismo romano y su capacidad de adaptación durante su expansión. El imperio romano establece su arte en Europa y lo convierte en un patrón y referente en la civilización occidental.
A lo largo de la historia son conocidas las reacciones frente al arte clásico. Tiene su influencia en la Edad Media, revive de manera académica durante el Renacimiento donde es la fuente principal de inspiración y se deforma o exagera en el Barroco. Es muy significativa la visión del siglo XIX; por una parte, el Neoclasicismo muestra este arte como paradigma, signo de belleza pero también de prestigio y seguridad (llega a utilizarse en edificios públicos y bancos). A su vez, la reacción romántica no es más que un rechazo de este estilo y la reivindicación de otros revivals en aquellas zonas en las que la romanización no fue tan fuerte.
Por tanto, siempre ha habido una respuesta al lenguaje artístico clásico. Todavía hoy, lo clásico se utiliza como raíz artística que se mantiene. Es por ello que es un arte que permanece, no es efímero sino que vence a las modas.