Inicios en el arte abstracto
Wassily Kandinski, que tenía una gran consideración por su trabajo, escribió una carta en 1935 a su galerista neoyorkino, en la que nombraba su primera pintura de arte abstracto, de 1911, considerada como la primera obra abstracta del mundo. El artista quiso que se le reconociera como el “inventor” de este movimiento. ¿Habría oído hablar de Hilma af Klint, creadora de obras abstractas desde 1906?
Olvidada por la historia del arte (como tantas otras, quizá de manera intencionada), Hilma af Klint nos sorprende por su manera de trabajar tan innovadora y peculiar. Esta artista sueca, nacida en 1862, mostró desde pequeña un gran interés en la naturaleza. También, gracias a su familia por las matemáticas y en la botánica.
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En la Real Academia de Arte de Estocolmo se especializó en pintura de paisaje y en retrato, además de entrar en contacto con Rudolf Steiner, fundador del Movimiento Teosófico. Este movimiento afirma que el hombre pertenece a tres mundos: el del espíritu, el del alma y el del cuerpo y que, tras la muerte, el alma y el espíritu se unen para reencarnarse.
La artista empezó así a introducirse en el espiritismo, el esoterismo y la teosofía, muy de moda a finales del XIX y principios del XX. Todos ellos también influirán en artistas como Kandinsky, Mondrian y Malevitch.
Participó en “The Five” (Las cinco), un grupo de artistas que promovieron la teosofía e hicieron sesiones de espiritismo, compuestas por rezo, meditación, sermón cristiano y análisis de episodios del Nuevo Testamento.
The Five, arte abstracto, experimental y automático
Hilma empezó en 1906, a los 44 años, a crear un arte diferente, experimental y automático. Un nuevo lenguaje visual geométrico y conceptual, cargado de una fuerza espiritual nunca vista hasta ese momento. Una nueva estética, creada sin la influencia de ninguno de sus contemporáneos.
Las formas (sobre todo circulares), se mezclan y entrelazan. Crean, junto con los colores intensos, una especie de nueva dimensión que nos transporta a otro mundo. Quizá el mundo de los espíritus y las almas, y que nos lleva a un estado de meditación y retrospectiva del mundo interior. También encontramos en sus obras una cierta relación con las matemáticas y las ciencias. Un juego establecido entre las formas y los colores, algunos muy poco utilizados hasta el momento.
Su fuerza espiritual se materializaba, su pintura -según la artista–, estaba guiada por fuerzas invisibles con las que hablaba, y que le ordenaban lo que debía hacer, ayudándola a entrar en un estado de frenesí y de creatividad que le llevaron a pintar obras de carácter trascendental e irracional.
Son pinturas que unen lo espiritual con lo material. Que intentan mostrar una verdad universal mediante la utilización de una imaginería científica. Que unen lo masculino (color amarillo) y lo femenino (color azul).
Así pues, cuando nos paramos a observar sus obras, nos da la sensación de que no existen los límites. De que todo es posible, emanando de ellas una gran fuerza. Estas pinturas fueron rechazadas por la mayor parte de sus contemporáneos, siendo solo algunas mostradas en ciertas conferencias o grupos reducidos “espirituales”.
A pesar de ello, la artista seguirá plasmando su creatividad y sus pensamientos hasta los años 30, momento en el que decidió parar.
Obras de energía espiritual
Su gran obra fue Paintings for the Temple, realizada entre 1906 y 1915, sin ningún referente anterior, y formada por 193 cuadros divididos en series. En ella plasmó toda su energía espiritual y su fuerza, afirmando que los espíritus la acompañaban en esta creación. E incluso le ordenaban lo que debía hacer, interpretando así la artista los mensajes:
“Las pinturas están realizadas directamente por mí, sin dibujos preliminares, con una gran fuerza. No tenía ni idea de lo que debían representar pero trabajé de forma rápida y segura sin cambiar ni una pincelada”.
Sus más de 1300 cuadros abstractos y más de 20 000 dibujos, no serían descubiertos hasta 20 años después de su muerte, a finales de los 60. Ello también fue por el deseo de la propia artista, ya que pensó que su época no estaba preparada para entenderlos.
Sin embargo, el público no las descubrirá hasta 1984, en la exposición “The Spiritual in Art: Abstract Painting 1890-1985”, del museo Lacma en Los Ángeles, la cual puso en cuestión las bases de la historia del arte en referencia al arte abstracto.
Un merecido reconocimiento
Aun así, el reconocimiento de su obra no se llevó a cabo, ya que en la exposición consagrada a los pioneros de la abstracción, en el Moma de Nueva York en 2012, ni siquiera aparecía su nombre. Hubo que esperar a 2013 para que se le hiciera una retrospectiva en Estocolmo. En 2018 el Guggenheim de Nueva York le dedicó otra, batiendo récords al ser visitada por más de 60.000 personas.
En la actualidad, algunas obras de esta artista adelantada a su tiempo, aparecen en la exposición del Museo Orsay “El origen del mundo”, junto a obras de Kandinsky y Mondrian. De esta manera, no solo se valora su trabajo al mismo nivel que el de sus compañeros, sino que se nos plantea la posibilidad de reescribir la historia del arte abstracto.
Saludos, es bueno conocer la figura, que comenzó el arte abstracto.