Pero del mismo modo la palabra es peligrosa, pues puede ser utilizada para convencer, engañar, aleccionar, influenciar, arrojar a los unos contra los otros, a llamar a las armas a incitar a la persecución y la destrucción.
En este artículo vamos a tratar de analizar los discursos del odio, herramienta utilizada desde tiempos inmemoriales por los pérfidos seres humanos que, por dinero, por interés, por megalomanía, por ansias de grandeza, afán de poder y otras cuestiones, han usado y usan las palabras para provocar dolor.
Si somos capaces de aprender del pasado los mecanismos del odio para conseguir sus fines tal vez, podamos prevenir, advirtiendo a las nuevas generaciones de lo que puede pasar si seguimos “normalizando” o no combatiendo los discursos de este tipo en los tiempos que nos toca vivir.
Antes eran los púlpitos, las tribunas, los bandos e incluso los cantares. Luego fueron los libros y la prensa, la radio y la televisión. Ahora mandan las redes sociales. El discurso del odio es una forma extrema de intolerancia que contribuye a los delitos del odio, pero el discurso siempre precede al delito.
Según el Comité Europeo de Ministros del Consejo de Europa con fecha 30 de octubre de 1997 en su recomendación nº 20 el discurso de odio:
“abarca todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras formas de odio basadas en la intolerancia expresada por agresivo nacionalismo y/o etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad contra las minorías, los inmigrantes o las personas con origen inmigrante.”
Además, está recogido como delito en el código penal en su artículo 510.
No son mensajes de broma
¡Qué no quepa la menor duda de que este mensaje de odio no es broma, ni vale para echarse unas risas con los colegas en un ambiente distendido, ni para pasar stickers en el wasap o hacer cuatro chistes fáciles…!
¡Que quede muy claro que si lo hacemos cometemos un delito tipificado y que puede, debe tener consecuencias! Y el discurso del odio empuja al delito de odio, lo precede. No es un delito de sentimiento. Además de dañar a la víctima, hay un plus delictivo, al enviar un mensaje de amenaza a los semejantes de la víctima y a su colectivo, hacia personas o grupos que ellos consideran prescindibles, a los que se les niega la universalidad de la posesión de los derechos humanos, negando delictivamente la igual dignidad de las personas.
De esta forma, se quiebra el principio básico de tolerancia mediante dos elementos: la infracción penal y la selección de la víctima por pertenencia a un colectivo por raza, color, nación, etnia, religión, idioma, edad, minusvalía física o psíquica, por orientación sexual…
Estos discursos/delitos de odio son demasiado habituales en nuestro día a día. Más de lo que nos gustaría. Y por desgracia, parece que está proliferando en los últimos tiempos por cuestiones variadas.
No son episodios aislados
Los discursos del odio pretenden suspender los derechos y libertades e intimidar, causar miedo, atentar contra la dignidad de las personas y contra la igualdad.
Ha habido muchísimos canales para su transmisión, la más habitual de forma oral, desde las tribunas, desde los púlpitos, desde los caballos en las arengas de los generales antes de las batallas, en los escritos, en los propios cuentos y leyendas populares, en los bulos y los mitos…
Pero hoy en día, esas tribunas han dejado espacio, cada vez más importante, a internet. Ése es el mar en el que nadan nuestros ciudadanos, especialmente los de menor edad. Ése es el lugar al que acuden cual pescadores en caladeros a captar a nuestra juventud para sus oscuros y pérfidos intereses. El número de usuarios crece más y más día a día. Un porcentaje elevadísimo, casi completo de jóvenes está ahí.
La Unión Europea está preocupada por el crecimiento del lado oscuro de Internet. Hay que combatir el ciberodio, porque el ciberodio se ve beneficiado por el anonimato, incitando, reclutando y organizando los futuros crímenes de odio, promoviendo y provocando la discriminación, el neofascismo, el populismo…
Las consecuencias son actos de hostilidad y violencia, que a veces provocan el suicidio o incitan al terrorismo
Entre todo lo positivo de la red, emerge una ola contaminada y perniciosa. Debemos actuar, fortalecer la acción ciudadana entre los jóvenes. La Unión Europea fija límites jurídicos a la libertad de expresión a los que apelan los que promueven estos discursos. En Estados Unidos, en cambio, la Primera Enmienda de su Constitución permite una amplitud casi infinita… ¡Y así les va!
En Europa crece la islamofobia y la xenofobia. Cada vez hay más webs, más amenazas, más colectivos señalados. Crece el problema del negacionismo del Holocausto, de la pandemia y de otras cuestiones. Crece el problema con los ultras del fútbol, hay más de 10.000 webs en el mundo que fomentan el odio según el centro Wiesenthal (600 en España según el informe Raxen realizado por Movimiento contra la Intolerancia).
Debemos detectar, denunciar y combatir. Y debemos hacerlo ya si no queremos volver a tropezar, por enésima vez con la misma piedra de la Intolerancia.
Enlaces de interés:
EDUTOLERANCIA
MOVIMIENTO CONTRA LA INTOLERANCIA
Las Naciones Unidas contra el discurso del odio
Guía para combatir el discurso del odio en Internet