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Las enfermedades del corazón: muy actuales, pero tan antiguas como la historia de la humanidad

Sistema cardiovascular en un documento antiguo. Fuente: http://www.drawingsofleonardo.org/

Existe la percepción de que muchas de las enfermedades que sufrimos hoy tienen un origen relativamente reciente y que, al fin y al cabo, son fruto de la forma de vida actual. Es cierto que en ocasiones es así, pero en otras tantas es una idea errónea. Uno de los ejemplos más interesantes en esta línea se relaciona con las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, existen indicios muy serios de que este tipo de enfermedades se remonta a tiempos muy antiguos, como demuestra el hecho de que algunos investigadores han encontrado evidencia de aterosclerosis, es decir, el endurecimiento de las arterias que conducen al corazón causadas por una acumulación de placen varias momias antiguas de todo el mundo.

En 2014 se publicó un artículo muy interesante sobre esta cuestión en la revista Global Heart,  en el que explicaba el hecho de que la aterosclerosis es sorprendentemente fácil de encontrar en los restos de humanos antiguos de diferentes lugares, desde de Egipto hasta Perú, pasando por las Islas Aleutianas, América del Norte, Asia Oriental y Europa. Algo que para el Dr. Randall Thompson, coautor del estudio y profesor asociado de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Missouri en Kansas City y un cardiólogo e investigador en el Instituto del Corazón Americano de San Lucas resultó “sorprendente para nosotros y para muchas personas». Un hallazgo que, además, pone de relevancia que no solo la dieta, el ambiente y el ejercicio físico tiene que ver con el riesgo de padecer aterosclerosis, sino que también juega un importante papel la genética.

Momias con indicios de enfermad

Tras encontrar una momia con signos de sufrir esta patología, los investigadores decidieron investigar otros sujetos. El 38 % de los 76 sujetos sobre los que se investigó presentaron muestras de una probable calcificación en sus arterias. Algo bastante curioso, en especial si se tiene en cuenta que, a partir de los escritos que nos han legado, sabemos que los egipcios, en especial los de alto estatus, seguían unas pautas alimentarias con abundantes cantidades de grasas y proteínas. A ello, se unía una vida sedentaria, como se deriva, por ejemplo, del hecho de que se transportaban en palanquines.

En un intento de encontrar factores de riesgo más allá de la dieta, los investigadores decidieron comparar a los egipcios con otras poblaciones, como los isleños de Aleutia eran cazadores-recolectores que seguían un estilo de vida tradicional basado en la pesca. Una forma de vida muy diferente a la de las clases altas de los egipcios. El resultado volvió a sorprender, ya que, contra todo pronóstico, la enfermedad aparecía entre varios de los sujetos analizados. 

Otras investigaciones se realizaron sobre los restos del famoso hombre de hielo tirolés, Ötzi, con más de 5.000 años, a partir de unos restos estaban bien conservados en hielo. Los investigadores descubrieron que el estilo de vida de Ötzi probablemente no incluía los factores de riesgo tradicionales para la aterosclerosis: lo más probable es que comiera bien y se tuviese una vida nada sedentaria. Pero lo que sí tenía Ötzi son mutaciones genéticas específicas que se sabe que aumentan el riesgo de aterosclerosis y ataques cardíacos.

Resulta evidente, pues, que más allá de factores relacionados con el comportamiento, los hábito y la alimentación, tuvieron que existir otros factores de riesgo. De otra forma, sería difícil explicar la existencia de la aterosclerosis en poblaciones con formas de vida tan diferentes.

La importancia de la genética

Con el estudio de poblaciones más diversas se dio cuenta de que existen otros factores de riesgo para la aterosclerosis más allá de una dieta pobre y la falta de ejercicio. La exposición al humo de las fogatas, así como los parásitos y la inflamación crónica, podrían haber contribuido con factores de riesgo para los pueblos antiguos. Pero un factor clave, sin duda, se encuentra oculto en nuestros genes. Una afirmación que, en su página web, apoya la Sociedad Española de Cardiología. “Las variantes genéticas se han posicionado como potentes indicadores de riesgo cardiovascular y se han sumado a los ya conocidos factores de riesgo convencionales tales como la hipertensión, la diabetes, el colesterol elevado o el hábito tabáquico. En esta línea, se ha descubierto que diez características genéticas no vehiculizadas a los factores de riesgo cardiovascular están directamente relacionadas con la cardiopatía isquémica”, señala.

Así, parece claro que las enfermedades cardiovasculares son muy antiguas, mucho más, en algunos casos que nuestra forma de vida actual. Algo que, sin embargo, no debe ser una especie de carta blanca para mantener comportamientos que puedan ser calificados factores de riesgo. 

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