Arte y patrimonio

Lotte H. Eisner: una vida dedicada al séptimo arte

Historiadora del arte, crítica de cine, conservadora y fundadora de la cinemateca francesa junto a Henri Langlois en 1936, Eisner (cuyo nombre no aparece en la web de la cinemateca), dedicó toda una vida a mostrar la importancia e influencia del cine expresionista alemán de los años 20, al cual debemos obras maestras como Metropolis o El gabinete del doctor Caligari.
Lotte Eisner junto al robot de Metropolis.

Nacida en Alemania en 1896, Lotte H. Eisner fue hija de un comerciante judío, estudió en Múnich y Berlín y obtuvo un doctorado en arte y arqueología. Trabajó en Alemania durante los años 20 pero emigró a París en 1933, coincidiendo con el nombramiento de Hitler como canciller alemán.

Su trabajo en la cinemateca francesa

Lotte H. Eisner, la mujer destinada a ser arqueóloga, se introducirá rápidamente en el mundo del cine, convirtiéndose en la primera mujer crítico de cine y de teatro en Alemania y asistiendo a los rodajes de algunas de las películas expresionistas de los años 20, en la Alemania creativa, cultural y artística de la República de Weimar. Esta pasión por los actores, cámaras, decoradores y realizadores hace que, a su llegada a París en 1933, pronto cree un periódico de cine.

Fragmento aparecido en la revista La Revue du cine?ma en 1948 (www.la-belle-equipe.fr).

Interesada por el trabajo de Henri Langlois –rescatar películas de todos los países, mudas, olvidadas y deterioradas–, irá a su encuentro en 1935, el cual no será fortuito, pues un año más tarde fundarán la cinemateca francesa. Ambos iniciarán así un trabajo de recopilación y catalogación, interrumpido solo por la ocupación nazi.

Durante este periodo sombrío, Lotte es trasladada al campo de concentración de Gurs en 1940, del que escapará y se salvará en 1941 gracias a un documento firmado por Langlois, en el que demostraba que trabajaba en la cinemateca.

Escondida durante un tiempo en un castillo medieval en pésimas condiciones, la gran salvadora del cine se dedicará a catalogar las películas recuperadas por su compañero Langlois, como El gran dictador, así como también películas soviéticas o que habían sido consideradas aburridas o de poca relevancia. Después de la liberación en 1945, Lotte es nombrada conservadora en jefe de la cinemateca francesa, cargo que ocupará hasta 1975.

Lotte Eisner con el realizador Fritz Lang (lemonde.fr).

Su gran trabajo de colecta, centrado sobre todo en el cine mudo alemán, le llevó a ser también embajadora de la cinemateca, ya que fue la que se puso en contacto con los cineastas, aquellos a los que tanto admiraba, para rememorar y recuperar los tiempos de esplendor y averiguar qué trabajos podían aportar. Gracias a ella y a su amistad con Lang, el museo posee hoy en día muchos dibujos, fotos o carteles de sus películas, como los de Mujer en la luna o Los nibelungos, así como también archivos de sus películas americanas.

Algunos de estos objetos fueron pagados de su bolsillo, como es el caso de la única copia del famoso robot de Metropolis, que se puede admirar en el museo de la cinemateca, y que fue encargada por Eisner para la exposición de la historia del cine mundial celebrada allí en 1970.

Legado literario. La importancia de La pantalla diabólica

Lotte H. Eisner empieza a trabajar como crítica de cine en la Alemania de los años 20, escribiendo artículos para la revista Film-Kurier o el periódico Berliner Tageblatt, artículos del cine al que algunos consideran preludio de la subida al poder del nazismo. Después de la ocupación continuará escribiendo tanto en Francia como en Alemania para revistas como La Revue du Cinéma, Les cahiers du cinema o Filmkritik.

También escribió varias obras como la biografía de Murnau y la de Fritz Lang, aunque sin duda la más conocida y la que continúa siendo una gran fuente bibliográfica es La pantalla diabólica de 1952, donde como historiadora del arte pone de relevancia, recupera y da a conocer el cine expresionista de la época de Weimar.

Curiosa es la utilización de “diabólica” en sentido espiritual, haciendo referencia al poder sublime de la naturaleza. En la obra se explica cómo la estética gótica y romántica ha predominado en el arte y en la cultura alemana, detallando lo importante que fue la influencia de los artistas y de las diferentes tradiciones culturales en el cine.

Como historiadora del arte consigue establecer una conexión entre cine, teatro y pintura, describiendo al mismo tiempo el romanticismo alemán desde 1820 a 1920. A medida que leemos, vemos cómo insiste en que los estados extremos de sentimiento, las personalidades peculiares, lo sublime de la naturaleza o la fascinación por la muerte, lo extraño y lo inquietante, son características de la cultura germánica.

Por ello, según ella, el cine nazi también utilizará alguna de estas características y el expresionismo será solo una faceta más del cine alemán, sin poder considerar ninguna película como puramente expresionista. Un ejemplo de este trabajo de conexión es la comparación entre las pinturas de Caspar Friedrich y algunas de las composiciones de la película Fausto de F. W. Murnau o La muerte cansada  de Fritz Lang. También establecerá una relación entre el claroscuro de Rembrandt y los contrastes bruscos de luz de estas películas.

Para demostrar la existencia de estas interconexiones, las imágenes juegan un papel muy importante en la obra de Eisner, y su utilización se considera pionera, porque contribuye a que ésta sea muy didáctica y revela la relación clara que existe entre las distintas disciplinas.

Es la primera vez que se establece una relación tan estrecha entre pintura y cine, ya que la imagen de una pintura del siglo XIX la podemos ver al lado de una escena cinematográfica de los años 20. De esta manera, Lotte H. Eisner reivindica y pone en valor la figura del historiador e historiadora del arte para la posteridad, así como también la de un cine que va a influir hasta nuestros días.

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