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Fogg y su vuelta al mundo en 79 días

La famosa novela de Julio Verne, La vuelta al mundo en 80 días, se publicó originalmente por entregas entre noviembre y diciembre de 1872 y fue la más popular y el mayor éxito de ventas del autor.
Phileas Fogg. Grabado de Alphonse de Neuville y Léon Benett, 1872 (dominio público).

Un anuncio en el jornal Morning-Chronicle es el desencadenante de una de las más conocidas vueltas a nuestro planeta, con permiso de Magallanes y ElCano. El periódico narra, con todo lujo de detalles, el cálculo y los transbordos que un viajero debería realizar para completar la vuelta al mundo en 80 días.

En el prestigioso y burgués Reform-Club de Londres, sus socios comentan la noticia y, de repente, sale el orgullo de los gentleman: “¿A qué no hay…?” Y los hubo. Vaya que sí. Phileas Fogg, uno de los socios más excéntricos del club, acepta la apuesta. 20.000 libras de la época que, por lo que se ve, parece que eran mucho dinero. Pero más que la suma, lo que se jugaban era el honor.

Esta apuesta será el desencadenante de, quizás, el libro de viajeros más universal del mundo.

Un libro de viajes convertido en novela

Mapa del viaje de Fogg. Andru.p.b. (dominio público).

Tras la apuesta, el gentleman Phileas Fogg parte esa misma noche con la intención de dar la vuelta al mundo. Su criado Picaporte (Jean Passepartout en el original), el cual había entrado a servirle apenas hacía unas horas, le acompañará en su excéntrica aventura.

El libro se desarrolla como si fuera un escrito de un viajero histórico, del cual Verne sería conocedor. Como en esos libros de viajes, los personajes describen el paisaje y su alrededor conforme avanzan por caminos, caminos de hierro, mares y océanos.

A diferencia de otras novelas de aventuras del autor, como El Faro del Fin del Mundo o Viaje al Centro de la Tierra, en La vuelta al mundo en 80 días apenas encontramos situaciones de verdadera tensión, salvo en contadas ocasiones como en el rescate de mistress Aouda en la India y de Picaporte en el oriente americano, o las vicisitudes en los transbordos. Sea como fuera, desde un primer momento el lector es conocedor que, Phileas Fogg, solventará todos estos problemas (a golpe de talonario, además).

Locomotora y vagones del Great Indian Peninsula Railway.Historical Railway Images (flickr).

El progreso como aliado

La novela es una ficción científica, y se enmarca dentro de los denominados “Viajes extraordinarios” del autor, definidos por Michel Serres como:

“Un viaje ordinario en el espacio (terrestre, aéreo, marítimo, cósmico) o en el tiempo (pasado, presente, porvenir: Ayer y mañana), un recorrido de tal punto dado a tal otro deseado; […] en segundo lugar, es un viaje enciclopédico: la odisea es circular, recorre el ciclo de la sabiduría; […] por último, es un viaje iniciático en el mismo sentido que el periplo de Ulises, el éxodo del pueblo hebreo o el itinerario de Dante.”

Fogg recorre el globo terráqueo con diversos medios de transporte: ferrocarril, buque, barco de vapor, trineo e, incluso, elefante; y en todos ellos describe con todo detalle sus cualidades tecnológicas y progresistas. Se emplaza en los vapores de hierro Mongolia, Rangoon y Enriqueta, de la Peninsular and Oriental Steam Navigation Company; en la goleta Tankadera; y en ferrocarriles de la Great Indian Peninsula Railway, del Central Pacific, el Union Pacific y el Chicago-Rock Island, así como el expreso Liverpool-Londres.

Vapor Malwa, construido en 1873, varado en un dique seco (dominio público).

Como en tantas obras de Julio Verne, el conocimiento es la causa de las aventuras, y el progreso y la tecnología son los aliados de los protagonistas. En La vuelta al mundo en 80 días no es una excepción y el autor, conforme avanzan sus personajes, va presentando los paisajes que se vislumbran, tanto naturales como antropizados, haciendo especial hincapié en el desarrollo del progreso y la tecnología occidental sobre territorios salvajes y vírgenes.

A excepción del recorrido europeo y mediterráneo (el cual elude totalmente), Verne describe el paisaje agreste por donde discurre el ferrocarril, vertebrando la India y los Estados Unidos, así como los puertos y bahías donde embarca y transborda.

Un día de adelanto

Aviso que este epígrafe contiene un spoiler directo con el final del libro.

“Chicago a San Francisco por la Ruta Burlington”. Recorrido del ferrocarril por la Central Pacific la y Union Pacific. H.R. Page & Co.; Chicago, Burlington & Quincy Railroad Company, 1879 (dominio público).

Fogg llegó a Londres con solo 5 minutos de retraso respecto a la hora convenida en la apuesta: las 20:45 del sábado 21 de diciembre. O eso pensaba el. Nadie le esperaba en el Reform-Club. El protagonista había arañado 24 horas en su viaje a la vuelta al mundo. Llegó un día antes, el viernes 20 de diciembre. ¿Cómo es posible?

Verne resuelve esta situación de una manera magnífica, e incluso se permite dejarlo entrever en diversos momentos del libro –especialmente en la tozudez de Picaporte cuando no quiere cambiar las horas de su reloj–. La explicación es la siguiente:

“Marchando hacia Oriente Phileas Fogg iba al encuentro del Sol, y por consiguiente, los días disminuían para él tantas veces cuatro minutos como grados recorría. Hay 360 grados en la circunferencia, los cuales, multiplicados por cuatro minutos, dan precisamente 24 horas, es decir, el día inconscientemente ganado. En otros términos: mientras Phileas Fogg, marchando hacia Oriente, vio el Sol pasar ochenta veces por el meridiano, sus coleas de Londres no lo habían visto más que setenta y nueve.”

La popularidad del viaje

Como hemos comentado más arriba, la importancia y donde en realidad destaca la novela es en cómo se describen esos paisajes y territorios desconocidos. Cómo una novela, con tintes científicos, permite que las y los lectores descubran tierras y lugares que les son desconocidos. Verne lo concibió como esos libros de viajeros manuscritos desde el siglo XVII hasta el siglo XIX, pero con un trasfondo de novela de aventuras.

“La Tankadera se levantó como una pluma”. Grabado de Alphonse de Neuville y Léon Benett, 1872 (dominio público).

Precisamente, ese matiz novelesco, esa narrativa popular y ese guiño hacia el lector, es donde radica la fuerza del libro. Mientras que los relatos de viajeros decimonónicos estaban concebidos para ilustrados, la novela de Julio Verne se concibe para un público mucho más amplio.

Editado por entregas en Le Temps, uno de los diarios más importantes del París de la época, el texto se concibió para el gran público, adquiriendo gran popularidad conforme se alfabetizaba la sociedad, hasta convertirse en un libro universal y mundialmente conocido. Aspecto que ningún otro libro de viajeros ha conseguido jamás.

Epílogo

Por influencia de la serie de televisión, me fue imposible leer la novela sin imaginar a los personajes como perros y gatos (aún con los grabados que acompañan al libro) y sin dejar de tararear la sintonía de la cabecera interpretada por Mocedades.

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