Arte y patrimonio Lugares

Innisfree, el oeste de la isla Esmeralda (Irlanda)

La Isla Esmeralda es un lugar único e imprescindible para cualquier viajero. Por múltiples razones: su gente, sus paisajes, su música y su ocio nocturno, sus poetas y literatos, sus leyendas y cultura celta pero, sobre todo, por su cerveza.

Los irlandeses son un poco cerrados de buenas a primeras, pero en realidad son gente despreocupada y de risa fácil. Grandes bebedores, especialmente de cerveza negra y de whisky, tienen un carácter un tanto pendenciero. Jamás rehúyen una buena pelea, aunque enseguida vuelve la calma y los contendientes acaban bebiendo cerveza juntos mientras cantan viejas canciones de taberna.

El sobrenombre de la isla Esmeralda es un apodo bien atribuido, pues es verde por sus cuatro costados: agreste, salvaje, de onduladas colinas que se cortan a pico en acantilados de vertiginosa altura al llegar al mar. Un mar salvaje, agresivo. Un viento que azota el país con fuerza. No obstante, Irlanda es «el país despeinado».

La isla Esmeralda es completamente verde. Foto: Jeff Schmaltz (dominio público), 2010.

Canciones y arte Irish

Como reza el dicho irlandés «en la taberna no llueve» y como es un país de mucha lluvia podéis imaginar que el irlandés se pasa el día en la taberna. Los Irish son grandes bebedores y, cuando los efluvios del alcohol se apoderan de ellos, comienzan los cantos comunes, los bailes, las interpretaciones a capela de las canciones tradicionales que hacen del pub irlandés (el irish pub) un lugar donde encontrar la verdadera esencia del país. La música en vivo está omnipresente. Y por supuesto, todo acompañado de la sempiterna Guinness o de un buen whisky. En Irlanda, el símbolo nacional es el arpa gaélica. Podéis imaginar que la música es muy importante para todos.

Escultura con la representación de una arpa gaélica. Foto: bvarem (pixabay), 2014.

Es gente imaginativa y creativa, amantes del arte de la palabra, no en vano cuentan con un gran número de premios Nobel. Grandes obras de la literatura de todos los tiempos y poemas que te hacen estremecer son parte de su bagaje. Nombres como Shaw, Becket, Yeats, Joyce, Wilde, Swift o el más reciente Boyne, con obras sublimes como Ulises, Los viajes de Gulliver, El retrato de Dorian Grey, El niño del pijama de rayas, Dublineses y un largo etcétera.

Son las leyendas y la cultura celta, las fuentes de las que han bebido sus literatos y músicos. Las raíces gaélico-celtas impregnan la vida y la cultura de Irlanda.

La lucha por la libertad y la independencia, la búsqueda de la belleza, el amor, lo desconocido, la presencia de las fuerzas telúricas… Esos son los grandes temas de las canciones y las obras de arte de Irlanda que beben de la mitología. Sus bosques y su exuberante naturaleza dan pie al desarrollo de la imaginación y de leyendas muy ligadas al entorno natural.

Irlanda en estado puro

Irlanda se merece una visita larga, una estancia duradera para conocer los rincones y recovecos de la isla, sus tradiciones y costumbres, festivales, cultura… Todo es interesante. Pero hoy nos centraremos en algunos encantos de su costa oeste.

El pueblo típico del oeste de Irlanda es tranquilo, con su río, de suaves y verdes colinas, con un histórico monasterio, las casas típicas, sus pubs…

Cong, el Innisfree de Ford

Si hay un pueblo que representa el más puro estilo de vida irlandés es el que eligió John Ford para una de sus más famosas películas The Quiet Man ganadora de dos Oscars de la Academia. En la película el pueblo se llama Innisfree, pero su nombre real es Cong, en el condado de Mayo.

Lo primero que vemos tras atravesar su puente de piedra es el pub de Pat Cohan, célebre por la película, repleto de fotos que hacen las delicias de los amantes del cine, decorado con mimo conservando la tradición y lo más importante, con una cerveza negra que quita el sentido. Acodarse en la misma barra que John Wayne, tiene su encanto.

Abadía de Cong. Foto: Vincent Roux (dominio público), 2007.

Pero sin duda, lo más bonito de Cong es su abadía. Aunque está medio en ruinas, posee un precioso claustro y un cementerio muy particular donde podemos observar otro de los símbolos de Irlanda, la cruz celta, que combinada con la cruz católica, está por todas partes. Y todo ello rodeado por un bosque frondoso de árboles de hoja caduca, un río maravilloso, árboles milenarios que desprenden magia y que parecen susurrarte sonidos de hadas, troles y gnomos. Un largo paseo que jamás podréis olvidar.

Galway, la ciudad de los licores

La ciudad más importante del oeste de Irlanda es Galway. Con 75.000 habitantes y dos universidades es la tercera ciudad de Irlanda y una de las más dinámicas y divertidas.

Fachada marítima de Galway. Foto: Miguel Mendez (CC BY 2.0), 2011.

Ciudad abierta al mar, se convirtió en ruta imprescindible para aquellos que quería partir en ruta comercial hacia el Nuevo Mundo. De hecho, la ruta de los diferentes licores que aquí se producían o en el resto del país y que se redistribuían o bien hacia América o bien hacia el resto de Europa, hizo que Galway se convirtiera en una ciudad que estableció la costumbre de juntarse a beber y a cantar tras una dura jornada de trabajo junto al Spanish Arc.

Allí, los pillastres que sustraían alguno de los toneles repletos de licor, lo compartían con sus compinches y amistades, lo que solía derivar en una animada tarde que los efluvios etílicos hacían elevar a alturas de francachela.

Galway posee también dos catedrales, la católica y la protestante, ambas dedicadas al culto al mismo santo protector de la ciudad: San Nicolás. Pero la esencia de Galway está concentrada en un kilómetro, la distancia de la calle peatonal que todos conocen como Shop Street. Allí podremos encontrar todos sus pubs que suelen ofrecer a diario música en directo.

Los pubs más conocidos son The Quays (una antigua iglesia reconvertida), Kings Head (ubicado en la casa que según la leyenda era propiedad del verdugo del rey inglés Carlos I), The Crane (con repletas paredes de utensilios típicos de las labores de la tierra y el mar del lugar) y otros muchos más que os invitamos a descubrir por vosotros mismos.

Fachada del pub The King Head. Foto: Gerd Eichmann (CC BY-SA 4.0), 2017.

A veces, el lugar más inesperado te depara los momentos más esperados. Dejaos llevar por lo que ellos llaman el Craic, es decir, la música poco virtuosa en cuanto a su ejecución, pero a la que todo el mundo se puede sumar cantando e incluso tocando al estilo Jam Session (todo buen irlandés se precia de tocar algún instrumento musical, aunque sea su propia voz) con la única finalidad de divertirse. Eso es Craic.

Escucharas canciones como Wild Rover, un himno para los irlandeses que todos conocen, Molly Mallone, aunque es más típica de Dublín, Whiskey in the jar, Moonshiner y otras muchas.

El castillo de Dunguaire

Castillo de Dunguaire en Galway. Foto: Boomur (CC BY-SA 3.0), 2013.

Por la mañana y superada la resaca del día anterior, podemos iniciar una excursión hacia el lugar más famoso y conocido de Irlanda, los acantilados y el salvaje mar. Por una carretera típica, estrecha y repleta de muros laterales, vacas y ovejas por doquier, nos encontraremos con uno de los castillos más conocidos de Innisfree, no por ello el más grande ni el más espectacular, pero si uno de los más significativos.  Nos referimos al castillo de Dunguaire.

Está ubicado en un privilegiado entorno, junto a una bahía de aguas que van y vienen dependiendo de las mareas y que aíslan al castillo en marea alta ayudándole en su defensa. El castillo está bien conservado y ofrece en verano cenas medievales con espectáculo poético y musical incluido. Fue construido en el siglo XVII y posee una torre de 23 metros de altura. Un coqueto patio de armas y una alta y robusta muralla. Y como todo buen castillo posee su leyenda de fantasmas y señores de ultratumba. ¡Descúbrela!

Los acantilados de Moher

Acantilados de Moher al oeste de Irlanda. Foto: Joachim Kohler Bremen (CC BY-SA 4.0), 2007.

Y llegamos a la joya natural del oeste de Irlanda: los Cliffs of Moher, los acantilados más famosos y visitados de Irlanda. Un lugar que no defrauda. Una de las siete maravillas naturales del mundo declaradas por la UNESCO.

De 8 km de extensión y alturas de hasta 214 metros, el lugar donde se ubica la torre vigía de O’Brien, es un paraje donde el mar y la tierra se funden en una danza furiosa, pero hermosa. Son 750 metros de escalofriantes senderos al borde mismo del precipicio. No recomendable a aquellos que tengan vértigo. Es peligroso si te sales de los senderos establecidos en busca de una foto. No es necesario arriesgarse porque el entorno ya de por sí es impresionante.

Y un último consejo para visitar los acantilados: vayan por la mañana si quieren observar sin que el sol les ciegue, la belleza natural y las vistas al mar, o bien, vayan al atardecer para contemplar una de las puestas de sol más mágicas que nunca hayan observado. Ustedes eligen. Sea como fuere, la huella indeleble y el recuerdo imborrable quedará para siempre en su corazón y en su mente.

Hay mucho más que ver en Irlanda, pero eso será en otra ocasión. Volveremos a Innisfree, recorreremos de nuevo la isla Esmeralda, degustaremos muchas más pintas y entonaremos viejas canciones a voz en grito entremezclados en algún pub.

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