Arte y patrimonio

Ego sum lux mundi: el románico

El románico es el estilo artístico que se desarrolla en la Europa medieval entre los siglos X y XIII, aunque su cronología varía en función del lugar y sus raíces e influencias se pueden prolongar. Su importancia radica en ser el primer estilo internacional europeo. Pero, ¿qué es lo que define este arte?

El término románico se origina en el siglo XVIII, resultado de una vulgarización romana con carácter peyorativo (roman, lenguas que vienen del latín vulgar y romanesc, arte de dichos territorios). Con el tiempo, el término románico fue empleándose con carácter artístico y fue perdiendo su connotación negativa. Se trata de un arte religioso que, aunque cuenta con especificidades nacionales o regionales, consigue ofrecer una serie de características comunes en toda la Europa cristiana.

Claustro de Santo Domingo de Silos, en Burgos. Ángel M. Felicísimo, 2017. Wikimedia commons.

Un nuevo lenguaje para una nueva liturgia

El románico, igual como cualquier manifestación artística, debe ser entendido en su contexto. En este caso, el estilo coincide con la difusión del feudalismo y con un credo que necesita ser unificado y manifestado. Es decir, se trata de un rito que quiere unificar el Papa de Roma a través de la orden religiosa de Cluny.

Esa va a ser la clave del románico. La reforma gregoriana unifica la liturgia cristiana en Europa occidental tras el cisma de 1054 (Gregorio VII). El modelo se establece en la abadía de Cluny, donde en el siglo X se busca reformar el orden aplicando la regla de San Benito con mayor rigor, ora et labora, y donde se recibe gran influencia del estilo carolingio. Por eso, el románico produce una renovación arquitectónica, pero con pocos elementos originales, ya que los toma de otros (romano, bizantino, musulmán, paleocristiano, prerrománico).

Un arte feudal

El románico es un arte didáctico que pretende el adoctrinamiento religioso. Su principal influencia es el neoplatonismo defendido por San Agustín, para el cual el mundo es una apariencia y la verdadera realidad emana de Dios; por esa razón, la naturaleza no debe representarse como es percibida por los sentidos, sino por la inteligencia humana. Es decir, la naturaleza no se copia, sino que se conceptualiza de manera abstracta y racional. Esta teoría dará lugar a las principales características del estilo: el geometrismo arquitectónico y el antinaturalismo plástico.

Iglesia de Sant Climent de Taüll. Foto: Centro del Románico del Vall de Boí.

El románico refleja, además, la sociedad estamental. El clero y la nobleza actúan como mecenas y, en muchos casos, se trata de un arte rural integrado en un mundo feudal. La nobleza de las cruzadas ve a Cristo como un héroe y adopta su crucifijo como escudo triunfante. De esta manera, el románico tiene una doble función social y pública: albergar y difundir el mensaje cristiano a los fieles y exhibir la majestad del poder, la superioridad social.

Los escenarios donde se asienta este nuevo arte serán el final de las invasiones normandas, árabes, magiares, etc., o la descomposición del Califato de Córdoba en la Península Ibérica, restableciéndose la paz en el Occidente cristiano. Todo ello favorece la difusión del románico, la expansión de las órdenes religiosas y el culto a las reliquias, estableciéndose rutas de peregrinación a Tierra santa o a Santiago por donde se difundirá el estilo.

Monumentalidad y simbolismo del espacio arquitectónico

A grandes rasgos, el románico se caracteriza por sus muros macizos con pilares de diferentes formas, el uso del arco de medio punto y las bóvedas de cañón o de arista, creando un espacio de concepción unitaria. Los artistas que levanten el nuevo arte, todavía serán considerados como artesanos.

Pero pese a su característica de arte europeo, se aprecian estilos nacionales: francés (de riqueza y variedad arquitectónica e influencia bizantina), alemán (monumental ligado a la dignidad imperial de los Otones), inglés (de influencia normanda) o italiano (de influencia clásica, más sencillo y cromado).

Transepto norte de la basílica de Saint Sernin de Toulouse. Piérre Selim, 2012. Wikimedia commons.

La iglesia es el edificio paradigmático del románico. Se orienta al Este y se carga de simbolismo en estructura y en sus partes. Su planta de cruz latina representa a Cristo en la cruz y distribuye su recorrido de manera jerárquica.

Se entra por sus pies y se recorre su cuerpo. El crucero (unión del tronco y los brazos) simboliza su corazón y sobre él se alza la cúpula, rematada por la linterna, por donde entra la luz celestial. La forma cuadrada del crucero representa la tierra y el círculo de la cúpula representa al cielo. El paso entre una forma y otra se realiza a través de las pechinas o trompas, donde se representa el tetramorfos. Por tanto, los seres humanos necesitan de los Evangelios para pasar de la tierra (cuadrado) al cielo (círculo). Es por ello que, la cúpula, muchas veces se pinta simulando la bóveda celesta.

Pasado el crucero se encuentra el ábside, donde reside el altar. Es la zona más relevante y sagrado, puesto que es la cabeza de Cristo –incluso recibe el mismo nombre (cabecera)–. En el interior de este espacio privilegiado suele estar la cripta con las reliquias.

Una escultura y pintura subordinadas a la arquitectura

Dicha subordinación reside en la llamada “ley de adaptación al marco”, evidente sobretodo en la escultura. Algunas de sus características son: esquematismo, geometrización, horror vacui, ausencia de perspectiva, ley de respeto (tamaño jerárquico), isocefalia o desproporción de las partes del cuerpo.

Panteón de los Reyes en la iglesia de San Isidoro de León. Foto: Museo de San Isidoro.

Los programas iconográficos crean portadas doctrinales para los que no podían entrar a la iglesia, separando así el espacio sacro del profano, y explican un hieratismo que no busca la belleza sino la narratividad. Por tanto, son “biblias en piedra”, donde solamente en los claustros de los monasterios adquieren una función totalmente contemplativa, puesto que los monjes sí sabían leer.

La pintura mural y al temple sobre tabla, así como los tapices y libros miniados, adquieren gran influencia del mosaico bizantino. Con colores intensos, uniformes y variados contenidos por la línea y llenos de convencionalismo (pies en V, superposición de cabezas) crean, igual como la escultura, iconos prototipos como el Pantocrátor (Cristo en majestad) o la Theotokos (Virgen con niño) y repiten pasajes bíblicos, especialmente apocalípticos.

En el románico, el mensaje primará sobre la forma y, ese mensaje, explicará el simbolismo de un arte que consolida al cristianismo y al feudalismo en la Europa de la plena Edad Media.

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